El paisaje del olivar aspira a ser patrimonio mundial
El consejo nacional incorpora este entorno a la lista de candidaturas para la Unesco
El haz de las hojas de vigoroso verde brillante y el envés
de un atractivo mate plateado. Millones de ellas se mueven con el viento
en una hipnótica coreografía protagonizada por olivos plantados en
hileras perfectas a lo largo de 1,5 millones de hectáreas. Sus oscuros
troncos retorcidos alabados por Miguel Hernández se asientan sobre
raíces centenarias y sus frutos, que oscilan del blanco al morado para
crear los aceites, conforman el paisaje del olivar en Andalucía, un bien
que espera convertirse en bien cultural universal de la Unesco. El
Consejo de Patrimonio Histórico español ha incluido la candidatura del Paisaje Cultural del Olivar por unanimidad en la lista de Patrimonio Mundial de España. Un paso necesario para acercarlo al reconocimiento internacional.
Así, el recorrido por el uso del aceite pasa por ser fuente cultural de alimento, ungüento, medicina, luz, combustible, pintura, cosmético, abalorio, madera, ánfora, aparejo, ingeniería, arquitectura, industria, fiesta, feria, literatura, religión, magia… decenas de manifestaciones materiales e inmateriales expandidas por el Mediterráneo y que desde Andalucía surcaba el Atlántico para llegar a las Américas como oro líquido. Una producción que en la actualidad supone del 3% del PIB andaluz.
“¿Quién
levantó los olivos?. No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada, el trabajo y el sudor. Unidos al agua pura y a
los planetas unidos, los tres dieron la hermosura de los troncos
retorcidos”, escribiría Hernández en 1937 como un hito para una la
herencia cultural latente en Andalucía desprendida de la semilla de la
aceituna que también inspiró a Lorca, Machado y Alberti. “Es una seña de
identidad. Es cultura, gastronomía, aspectos sociales, de relaciones,
economía, paisaje... Es tan esencial en nuestra vida como importante
para la humanidad”, declara el histórico líder jornalero Paco Casero, presidente ahora de la Fundación Savia y coimpulsor de esta candidatura.
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“El origen del olivo se pierde en la noche de los tiempos (...) En Babilonia, al médico se le llamaba asu que significa ‘conocedor de aceites”, plasmó el autor Manuel Vincent en el primer pregón del aceite en Osuna en 2005.
Un texto en el que recuerda que en el cuaderno de cocina más antiguo
que se conoce De re culinaria, escrito por Apicius, se incluyen
numerosas recetas basadas en el aceite de oliva. “En este libro se lee
que bastan nueve aceitunas al día para que el ser humano pueda
sobrevivir a cualquier calamidad”, señala.
Es una histórica sustancia adorada por egipcios, griegos y
judíos que llegaría a tierra andaluza en forma de acebuche desordenado.
Los romanos aprovecharon este legado que se propagó hasta forjar un
importante sector económico en la región, como revela un reciente
proyecto arqueológico que ha concluido con el hallazgo de una treintena de alfarerías
en la zona sevillana de Écija, donde se han recolectado más de 800
sellos de artesanos plasmados en las ánforas, a las que se les ha
seguido la pista y se han encontrado por Europa y el Magreb.Así, el recorrido por el uso del aceite pasa por ser fuente cultural de alimento, ungüento, medicina, luz, combustible, pintura, cosmético, abalorio, madera, ánfora, aparejo, ingeniería, arquitectura, industria, fiesta, feria, literatura, religión, magia… decenas de manifestaciones materiales e inmateriales expandidas por el Mediterráneo y que desde Andalucía surcaba el Atlántico para llegar a las Américas como oro líquido. Una producción que en la actualidad supone del 3% del PIB andaluz.
“La declaración es una nueva oportunidad y un
nuevo argumento para venir a Andalucía. Es sumar a un producto de
calidad como el aceite de oliva un elemento clave como es el turismo. Y
es también importante para la autoestima de los olivareros y
agricultores, que vean que a este paisaje en el que han nacido ellos,
sus padres y sus abuelos… viene gente de fuera a reconocer su valor”,
declara el presidente de la Diputación de Jaén, Francisco Reyes, rodeado
de 150 tipos de olivos distintos plantados en el museo vivo de la
Hacienda Guzmán, una propiedad de la Fundación Juan Ramón Guillén, promotora también de la propuesta.
“Estamos juntos por un proyecto que es un
acontecimiento, el conocer el bosque más importante hecho por el hombre.
Tenemos más de un millón de hectáreas y más de 100 millones de olivos
creando diversos paisajes en montaña y campiña, pero todos homogéneos,
entre cuatro provincias de Andalucía”, resume Casero, que forma parte de
la comisión para la candidatura, liderada por la Diputación de Jaén, y
que cuenta además con la colaboración las diputaciones de Sevilla,
Córdoba, Granada y Málaga, universidades andaluzas, la Junta de
Andalucía, cooperativas, asociaciones civiles y organizaciones agrarias.
“Es un consenso digno de tener en cuenta”, resalta Casero.
“Es una seña de identidad. Es cultura,
gastronomía, aspectos sociales, de relaciones, economía, paisaje... Es
tan esencial en nuestra vida como importante para la humanidad”, declara
Paco Casero, presidente de la Fundación Savia.
Desde el comité consideran que cumplen seis
criterios merecedores de la clasificación de la Unesco para ser
patrimonio cultural vivo, como aportar un testimonio único de una
tradición o contener los hábitats naturales más representativos para la
conservación de la biodiversidad. Expertos en cartografía, patrimonio,
del Consejo Oléico Internacional, el Laboratorio del Paisaje del
Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, asociaciones ecologistas,
propietarios de cooperativas y denominaciones de origen colaborarán en
la tarea.
“Estamos convencidos de que este paisaje reúne las
condiciones que la Unesco establece. Tiene un enorme valor natural y
cultural”, considera Reyes. Según las escrituras bíblicas, Jesucristo,
hace dos milenios, ya apreciaría sentarse bajo un olivar en Jerusalén.
“Y la paloma volvió a él a la hora de la tarde; y he aquí que traía una
hoja de olivo en el pico; y entendió Noé que las aguas se habían
retirado de sobre la tierra”, quedó escrito en el libro de Génesis. Esas
hojas brillantes y plateadas quedarán como símbolo de la paz.
FUENTE: EL PAÍS 21.03.16
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