sábado, 7 de septiembre de 2019

MIGUEL HERNÁNDEZ Y RAFAEL ZABALETA // Por Luis Jesús Garzón Cobo y Vicente Ortiz García IDEAL 11.08.2019



MIGUEL HERNÁNDEZ Y RAFAEL ZABALETA
                                                                                             
                                                                                     Luis Jesús Garzón Cobo
                                                                                           Vicente Ortiz García

Desde el 28 de marzo de 2015, Rafael Zabaleta y Miguel Hernández comparten en Quesada (Jaén), pueblo natal del pintor y de la esposa del poeta, un espacio expositivo común: el Museo Zabaleta y Miguel Hernández – Josefina Manresa.
Cuando se visita Quesada y su complejo museístico, es inevitable preguntarse si Zabaleta y Hernández, además de esta coincidencia espacial, tuvieron en vida algún tipo de contacto, ya fuera personal o de conocimiento mutuo de sus respectivas obras. A esa pregunta pretendemos responder en estas líneas.
En 1937 Valencia era capital de la República. Alejada de todos los frentes y no teniendo aún  la guerra aérea la virulencia que inmediatamente alcanzaría, la ciudad vivía un poco al margen de la tragedia. En Valencia se había refugiado buena parte de la intelectualidad y mundo artístico republicano, pero también el cuerpo diplomático y numerosos corresponsales extranjeros que cubrían el conflicto. Era una ciudad cosmopolita y diversa, con una gran actividad cultural.
En 1937, tanto Miguel Hernández como Rafael Zabaleta están en Valencia, ambos trabajando al servicio del gobierno republicano, si bien en tareas muy distintas. Zabaleta colaborando con la Junta Central del Tesoro Artístico en el salvamento del rico patrimonio artístico y documental de la Catedral de Valencia y de Segorbe; y Miguel Hernández, llegado también desde Jaén, en julio, para intervenir en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, permanecerá allí – en forma discontinua- un par de meses.
¿Se conocieron personalmente durante estos dos meses? Es muy posible, pues Zabaleta, bajo su aparente timidez, gustaba de relacionarse con otros artistas e intelectuales, siendo la nómina de los que llegó a conocer amplísima.  Dado este interés y su facilidad de trato no es descabellado pensar que en algún momento se toparan y conocieran Zabaleta y Hernández en aquella Valencia republicana.
Pero esta posibilidad no es una mera suposición. Hay algunos indicios que nos dan pistas bastante fiables sobre un probable contacto entre ambos.
Recordando su estancia en Valencia en 1937, el pintor almeriense Jesús de Perceval escribe:
Nos reuníamos en el café «Ideal-Room», en la calle de la Paz. Allí iban Zabaleta y otro pintor de Jaén, Cristóbal Ruiz […] También asistían los valencianos Genaro Lahuerta y Pedro de Valencia, el escultor Capuz, López Mezquita, Solana, con su hermano Paco, Aurelio Arteta, y en alguna ocasión Machado y Miguel Hernández.
En la publicación electrónica “Valencia y la República. Guía Urbana 1931-1939” podemos leer también que en el Ideal-Room se daban cita Renau, su novia Manuela Ballester, su hermano Tonico, los poetas Miguel Hernández (…) Corresponsales extranjeros y miembros de las legaciones diplomáticas...
El gran poeta Octavio Paz recuerda asimismo a Miguel Hernández en aquella Valencia de 1937, cantando canciones populares en el hotel “Valencia Palace” (Calle de la Paz, 42, muy próximo al Ideal-Room). Allí se ubicó la Casa de la Cultura, cuyo patronato presidió el poeta Antonio Machado, y posteriormente el Ministerio de Instrucción Pública, del que dependía la Junta Central del Tesoro Artístico, el organismo en el que colaboraba Rafael Zabaleta y desde el que se trasladó a Guadix al pintor para “atender urgentes necesidades de la Junta Delegada del Tesoro Artístico de Granada”.
Además de esta coincidencia espacio/tiempo (Valencia/1937), son muy numerosos los amigos comunes en el mundo del arte y la literatura. Hernández y Zabaleta compartieron amistad con Benjamín Palencia, Maruja Mallo, Vicente Aleixandre, Luis Felipe Vivanco, Luis Rosales, Enrique Azcoaga…
En 1940 Zabaleta pintó un óleo (“Los toros”) que muestra una escena taurina que culmina con la muerte del torero. Seis años antes, en 1934, Miguel Hernández había escrito el poema “Citación – fatal” dedicado a la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, todo un mito de la intelectualidad republicana tras su muerte. Este poema comienza así:

Se citaron los dos para en la plaza               
tal día, y a tal hora, y en tal suerte: 
una vida de muerte 
y una muerte de raza.

Dentro del ruedo, un sol que daba pena, 
se hacía más redondo y amarillo 
en la inquietud inmóvil de la arena 
con Dios alrededor, perfecto anillo.

Fuera, arriba, en el palco y en la grada, 
deseos con mantillas.

Salió la muerte astada, 
palco de banderillas.




Rafael Zabaleta: “Los toros”. 88 x 94 cm. 1940.


¿Es el cuadro un intento de rendir homenaje a ese mítico símbolo? ¿Procede del conocimiento de la obra y la personalidad de Miguel Hernández? Si es así, Zabaleta tituló prudentemente “Los toros” a su obra porque en 1940 sería muy atrevido referir el título directamente a Sánchez Mejías o a Miguel Hernández. No olvidemos que el procedimiento sumarísimo seguido contra el pintor tras la guerra no fue sobreseído provisionalmente hasta mediados de ese año 1940, y que él era consciente de los riesgos que corría y de cómo debía evitarlos.
No podemos defender categóricamente las consideraciones sobre “Los toros” arriba expuestas, pero relacionadas con el testimonio de Azcoaga (que más abajo citamos) sobre sus conversaciones con Zabaleta referentes a la situación carcelaria de Miguel Hernández, coincidentes en el tiempo con el óleo, tampoco parece descabellado plantearlas.


En los años previos a la guerra civil tanto Zabaleta como Miguel Hernández llevaron en Madrid una vida muy distinta a la que vivían en su respectiva tierra natal, y parece claro que en la capital tenían amigos o contactos comunes. Es fácil, pues, deducir que pudieron conocerse personalmente o, al menos, tener cada uno de ellos conocimiento de la obra del otro.
Una vez terminada la guerra civil, durante los primeros días de diciembre de 1939, ambos fueron trasladados a sendas cárceles madrileñas. Zabaleta a la de la Calle Barco, 24; Miguel Hernández a la de Conde de Toreno, distante apenas 800 metros de la anterior.
Es bien conocido el periplo carcelario de Miguel Hernández, desde luego mucho más largo y cruel que el de Zabaleta. El 3 de junio de 1941, el poeta escribe desde la prisión de Ocaña a su amigo Enrique Azcoaga una emotiva carta en la que, entre otras cosas, le agradece el envío de algunos alimentos y le pide que siga escribiéndole.
Enrique Azcoaga (Madrid, 1912 – 1985), escritor, poeta y crítico de arte, colaboró junto a Miguel Hernández en las Misiones Pedagógicas organizadas por el gobierno de la República.
Azcoaga era también amigo de Zabaleta. En 1984 participó en el homenaje que la Diputación Provincial dedicó a Zabaleta. Ahí cuenta Azcoaga cómo en los primeros años de la posguerra eran frecuentísimos sus paseos por Madrid con el pintor. En esos paseos hablaban de alguien que ambos sabían quién era y la terrible experiencia carcelaria por la que atravesaba. Dice Azcoaga que “caminábamos Alcalá arriba, lamentando la situación carcelaria de Miguel Hernández”.
No sabemos con seguridad si el óleo taurino de Zabaleta está inspirado en el poema hernandiano. No existe por el momento prueba documental de que pintor y poeta se trataran en Valencia o incluso con anterioridad en el Madrid republicano.
 Pero hay algo que la cita de Azcoaga sí nos aclara: en 1940 y 1941 Zabaleta sabía quién era Miguel Hernández y compartía con Azcoaga conversaciones sobre su situación. Este comentario de Azcoaga aclara bastante la interpretación que debemos dar a los amigos comunes, a la coincidencia en Valencia y al óleo “Los toros”, óleo pintado precisamente por esas fechas de los paseos madrileños de Zabaleta y Azcoaga y que creemos indudablemente inspirado en el poema de Hernández.
Desgraciadamente, cuando Zabaleta comenzó a triunfar en Madrid a partir de su primera exposición individual (Galería Biosca, noviembre - diciembre de 1942, donde expuso “Los toros”), ya habían dejado fallecer en prisión a Miguel Hernández, unos meses antes (28 de marzo de 1942). Si las cosas hubieran sucedido de otra manera y Miguel Hernández hubiera sobrevivido a su prisión, seguramente hoy podríamos hablar con mayor fundamento de la relación entre ambos, pero lamentablemente no pudo ser así.


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